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Mostrando entradas de octubre, 2018
LA SENDA DEL ARBOL Marta Caparrós Fede y Carlos habían decidido esa noche ir a las Fiestas de San Hermenegildo, al lado de su pueblo Cantorrodao. Iban en el coche de camino cuando, al doblar una curva, encontraron un árbol tirado en la carretera No hubo tiempo de reacción. Carlos, para no chocar contra el árbol, hizo una maniobra, y el coche comenzó a dar vueltas como un trompo, hasta que se detuvo en el borde la carretera, dejando medio coche fuera del precipicio y la otra mitad bien apoyada en el suelo. No deberían mover el coche si no querían desequilibrarlo. Nadie los vería hasta por la mañana, con un poco de suerte.
Y LAS MUJERES, TAMBIÉN Marta Caparrós Ruth tomó asiento, como cada mañana, en su silla de gerente. Apoyó la taza de café sobre su mesa de madera de caoba, brillante. Sin perder más tiempo, se puso a leer todos los informes, financieros y de marketing, y calculó el margen neto de las ventas. Ella confeccionaba sus propios análisis con los datos recopilados por sus directores, y comprobaba los documentos que le presentaban cada uno de ellos en la reunión de los lunes. Por fin su voz se oía; no, se escuchaba, se tenía en cuenta y era considerada. Aquel día fue terriblemente largo; conversó con clientes obsecuentes, y proveedores genuflexos con una lista de precios cada vez cada más ajustada. Al finalizar la mañana se encontró dentro de una sala de conferencias, junto a su director de grandes cuentas y un más que posible cliente. Mientras hablaba, dentro de su cabeza vio una falda amarilla que mostraban las dos rodillas llenas de moretones infantiles y un golpe con una buen
DE DONDE NO HAY… Marta Caparrós —Me prometiste que el puesto era mío. Sabes que es mío. Mis estudios y experiencia lo sustentarían mejor que nadie en la empresa. —Pero Clara, eres mi esposa, todo el mundo creerá que es nepotismo. Que te doy el puesto por eso. —¿Sabes cuántas, cuántas veces he tenido que dejar pasar ocasiones de ascender y crearme un currículum sólo porque soy tu esposa? Y cuando he decidido que era mejor ir a otro lugar para desempeñarme, tú me has rogado que me quede. Creo haber demostrado a toda la empresa mi valor y mi desempeño laboral, ¿y qué he recibido yo a cambio? Nada. Al fin y al cabo no es como si nos hubiéramos casado ayer. Hace ya quince años que estamos casados. —Si yo lo sé, y sé que nadie como tú para ese trabajo, pero es que… —¿Es que qué, señor Palacios? Después de la reunión con los directores, los cuales me consideraron más que apta para el puesto, estás dispuesto a dárselo a un tuercebotas que no tiene idea en esa especialida