HOLA, ME LLAMO SILVIA
(Marta Caparrós T)

Hola me llamo Silvia y tengo diez años, ya soy grande. Sí ya sé que a algunos de vosotros os asustaré, pero no me tengáis miedo, noooo… Si yo soy muy mansa, ja,ja, ja. Aunque me veáis estos colmillos feos, y esta nariz redonda y gorda. Luis Eduardo siempre me dice que soy una niña muy bonita y muy buena. Pero lo de bonita me lo dice porque me quiere como si fuera su hijita, sí. Ya sé que me afean, pero me gusta mucho tener amigos. ¿Queréis ser amigos míos? Aquí en el bosque yo no tengo muchos amigos. Sólo los seres de la noche. Pero todos son raros, así como yo.
¡Ay!, si no os he dicho quién es Luis Eduardo, ¡qué tontita, que soy!, es que al veros me he alegrado mucho, y cuando he visto que os quedábais, aún me he alegrado más. Luis Eduardo, es mi ángel de la guarda. Bueno, mejor dicho, arcángel. Me ha dicho que es un albañil, pero tiene alas de arcángel. Ahora ha dejado la albañire…, a veces me cuestan las palabras difíciles, pero si tenéis paciencia… arbañe… no, así tampoco, ¿cómo es que me dice Luis Eduardo?
̶     Cuando te cueste pronunciar una palabra, párate. Cuenta hasta tres, y empieza de nuevo sílaba a sílaba.

Sí, pues, allá voy, de albañil, al-ba-ñi-le-rí-a, ¡vale, qué guay! Albañilería, albañilería, albañilería ya sé otra palabra. Bueno, pues eso. Luis Eduardo ha dejado la albañilería, por lo de las alas, para que nadie se diera cuenta, y se dedica a lo que siempre ha sido su auténtica pasión, la de pintar cuadros y exponer, y además es compositor y compone canciones para otros y también para él. A mí me canta muchas veces. Hace recitales para mí sola. Tiene una voz tan bonita y suave. Seguro que es conocido. Tiene unas manos muy bonitas. Seguro que no ha sido albañil de verdad. Cuando toca la guitarra, le veo unos dedos largos con unas uñas cuidadas. Igual vosotros le habéis oído cantar alguna vez, ¿quién sabe? A mí me ha enseñado a leer, me enseña matemáticas, ciencias del medio y pintura. También me ha enseñado a utilizar los cubiertos, cómo cocinar, cómo comer. Pero lo de comer se me da peor, porque como tengo colmillos de jabalí, pues cuando como muevo mucho las mandíbulas y hago un ruido como gurf, gurf, gurf.

Creo que os estoy aburriendo. Os cuento otra cosa. Una cosa, que me asustó mucho la otra noche. Oí unas pisadas. Yo tengo un oído muy fino. Presté atención para distinguir qué tipo de sonidos expelían y eran voces como la mía y salí de mi casita (yo tengo mi casita en el bosque, excavada dentro de un árbol, como la tontorrona de Blancanieves. La llamo tontorrona, porque me cae mal, ¿sabéis? Ya sé que no está bien que una niña diga palabras feas, pero es que siempre que hablo con ella, me contesta cantando, llevando pajaritos en las manos y los conejitos siguiéndole los pasos, como tontorrones, ¡es una plasta! Y sólo sabe esperar un príncipe azul y preparar pasteles). Uy, que me pongo a divagar (mirad que palabra más chula he aprendido). Bueno, pues eran personas normales, como yo, pero sin mi morro de jabalí. Además había muchos niños, y unas cuantas personas mayores y decían:

̶     Venga, el primero que encuentre gamusinos, tendrá un premio, venga, venga, a buscar gamusinos

¡Buf me puse a correr porque pensé que venían a por mí! Porque, yo sé que soy un híbrido, Luis Eduardo me lo explicó, pero ¿y si soy un híbrido de la especie de los gamusinos?

Ah, os estáis preguntando por qué toco esta pulserita amarilla (mi arcángel favorito dice que es oro) que lleva mi nombre grabado. La encontré un día que Luis Eduardo me llevó con sus alas y su poder de invisibilidad (como Harry Potter. Es que tengo todos los libros de Harry Potter, los he leído muchas veces) a casa de mis padres. Desde entonces no he vuelto a verlos, ni yo quiero ir, ni mi arcángel me quiere llevar. Fueron muy crueles. Oí que mi madre lloraba y decía:

̶     ¡No deberíamos haberlo hecho! ¡Nunca! ¡Era nuestra hija, podía tener todos los defectos del mundo, pero era nuestra hija!

̶     ¡Pero también teníamos que pensar en nuestros otros hijos! ¿Qué les hubiéramos hechos? Eeesa, cosa era sólo medio humana.̶  Decía mi padre mientras le recorría un estremecimiento por la espalda

̶     Pero dejarla allí en el bosque, tirada, que se asomaban las alimañas al olor de la sangre.

̶     No te pongas así, quizá tuvo alguna oportunidad. Estoy seguro de que sobrevivió.̶  Añadió mi padre poco convencido.

Y mi madre seguía llorando, y mi padre la abrazaba, mientras le pedía que dejara de llorar.

Yo pensé en ese momento que, al menos mi padre no mostraba ningún arrepentimiento, era más corerer, no, esperad, co-he-ren-te, eso, coherente. Pero mi madre pensé si tanto lloraba, ¿Por qué no vino a buscarme? Después de eso, ya no los echo de menos, ¿sabéis?, no me hacen falta. Los seres de la noche del bosque me ayudan y me protegen hasta de los jabalíes, que nos parecemos en el morro y los colmillos. Me han asustado dos veces.

Entrad, entrad en mi casa. Huele muy bien. Estoy haciendo un caldero con carne de corzo, que me gusta mucho. Y mi habitación es muy chula. Me la hizo mi arcángel, mientras me cantaba canciones que yo no entendía pero me gustaba escuchar. Creo que se titulaban, a veeeer, si Al alba, Las cuatro y diez, Rosas en el mar…. Muchas, tan bonitas, y una muy divertida:

Mira que eres canalla/eso no se hace a quién te quiere bien/Colegas tanto tiempo/y ahora te fugas con esa mujer/que soy el Tony, tronco/a mí no me vas a enrollar/no hay nada como piltra en soledad, y luego sigue y sigue… Me gusta mucho. Mirad tengo el disco en el cajón de mi mesita.

Bueno, ahora os voy a contar mi secreto. No se lo he contado a nadie. Ni siquiera a mi arcángel. Voy a ir a Hogwarts. Sí, la escuela de magia donde van Harry Potter, Ron y Hermione. Porque estoy segura que si el director, el profesor Dumbledore, les dice a todos que me dejen en paz y que me puedo quedar en Gryffindor, podré vivir tranquila, y nadie se meterá conmigo. Muchas veces paseo de noche por el bosque, a ver si puedo encontrar el tren Hogwarts Express y colarme y coger de la mano a Hagrid(2) . Pero nunca lo he visto. Aunque sé que lo encontraré. Yo moriría por vivir en Hogwarts. Me puedo imaginar allí, dentro de diez años, cuando estos colmillos que cada vez se vuelven más grandecitos, sean grandes como los de un jabalí grande, y mi cabello, que ahora es rubio, y me recojo con bonitos lazos que me trae mi arcángel, y me lavo con champú de olor a fresas que pasa de mi pelo a mi habitación; se convierta en cerdas picudas y muy gruesas. Mis ojos claros, sean dos brasas negras, y mi frente una testuz; pueda vivir aquí, sin que nadie quiera darme caza. O me apedree. O me insulte. Entonces, ¿también querréis ser amigos míos? Seguro que sí. Porque yo voy a seguir siendo buena persona. Como Alicia. Síii, Alicia. ¿No sabéis quién es? Es una niña muy guapa, que tiene el pelo del color de mi pulsera. Un día apareció detrás de un conejo blanco con chaleco, que mirando un reloj de pulsera sin agujas, iba diciendo:

̶          ¡Qué tarde es, qué tarde es!
Alicia vive muchas aventuras al seguir al conejo blanco, se hace pequeñiiiiita y luego se hace graaaande, y luego atraviesa un mar de lágrimas en el barco de un ratón, y también va a parar a un reino de cartas de naipes donde hay una reina muuuuuy mala que siempre va diciendo:
̶          ¡Qué le coooorten la cabeza!
Y, a pesar de todas las cosas que le pasan, Alicia sigue siendo muy buena. Es mi mejor amiga. Como Dorothy, con su perro Totó. Tiene unos zapatitos rojos, brillaaaaantes, superchulos. Va buscando un mago. Un mago en el mundo de Oz. Yo le digo que no conozco ese sitio, pero ella siempre me dice:
̶          Piensa Silvia, piensa. Seguro que lo conoces. Es el mundo del arco iris. Y se llega pisando las baldosas amarillas
Cuando me dice estas cosas me da la sensación de que está un poco pirada. Pero es muy buena. Siempre va acompañada de un espantapájaros sin cerebro, un hombre de hojalata sin corazón y un león cobarde.

Por eso os digo que, aquí todos somos un poco raros.  Pero, todos sois bienvenidos, pasad, pasad.
                                                                                    





















Nota: Este relato, lo escribí antes de que Luis Eduardo Aute cayera enfermo. En cualquier caso, creo dar una imagen bonita, dulce y de gran maestro que siempre he tenido de Aute, porque es la que siempre me ha transmitido. En ningún momento he pretendido dar una imagen incorrecta del maestro.

Comentarios

Entradas populares de este blog