LA PARCA (Marta Caparrós T)
«Ahí vienen mis pequeñajos.
Y ya no me queda tiempo».
—Juana, dime, prométeme que
te harás cargo de ellos. Que no dejarás que nadie les haga daño. Que los verás
crecer. Ya han sufrido bastante en sus cortas vidas.
—¿Cuántas veces te lo he
prometido ya, Paco? ¿Cuántas veces te he dado mi palabra? Sabes que yo quiero a
esos niños como si fueran míos también. Pero ahora hay que decirles lo que hay
que decirles y yo no puedo Paco, de verdad que no puedo. Pensar que no voy a
volver a verte más…
—Anda mujer, vete para tu
casa. No quiero que los chiquillos te vean así. Eso sí, ven en cuanto puedas,
porque no me queda mucho ya. Me faltan fuerzas.
—Hola tío
—Hola tío, ¿cómo estás hoy?
Tengo hambre
—Pues en la cocina Juana os
ha dejado la merienda preparada. Luego ¿querréis que hagamos un juego de magia?
—¡Síiiii!— gritaron los
niños al unísono.
—Pues venga. Primero a
merendar—Contestó el tío, intentando disimular una mueca de dolor.
—Hola mis niños, ¿ya estáis aquí?—entró
sonriendo Juana
—Sí—dijo el más pequeño,
manchada su boca de chocolate—y ahora el tiíto nos va a hacer un juego de
magia.
—Venga pajarillos, venid
para aquí—gimió el tío
Los niños se sentaron al
lado de su tío en la cama y Juana lo miraba desde la cabecera.
Mis niños, si sólo pudiera…
Pero no puedo. No estoy preparado para morir. No quiero morir. Hay tantas cosas
que no he hecho en mi vida, a veces por testarudez, a veces por estupidez.
Tengo que hacer muchas cosas. ¿Por qué ahora tiene que venir La parca a buscarme? Tengo miedo.
—A ver, la magia es muy
poooderosaaa. Puede hacer aparecer cosas. Mira, como esta moneda de la oreja de
Luisito.—
—Ahí va….
—Pero también la puede hacer
desaparecer para siempre.—El tío hizo un gesto con su muñeca y escondió la
moneda.
—Pues la magia, también
consigue hacerlo con pajarillos—Y salieron unas palomas.
Los niños tenían los ojos
abiertos, vigilantes. Querían saber que iba a sacar la magia de algún otro
sitio.
—Pero la magia, también se
puede llevar cosas, como la moneda de Luisito, como estos pañuelos de colores.
O hasta a mí mismo.
—¿Sí?—Otra vez los niños
preguntaron al unísono con los ojos muy abiertos.
—Yo no me lo creo.—Dijo
Toño, el más grande de los dos—¿Cómo se te va a llevar la magia? Eres muuuy grande.
—¿Que no te lo crees? Mi
cuerpo lo dejará aquí, pero sí se puede llevar mi alma, que pesa menos, ¿qué te
parece listillo, eh?—le contestó el tío con una sonrisa fingida. El dolor lo
estaba matando. La parca ya estaba
allí
—¿Y se la puede llevar para siempre?—Preguntó
Luisito, con tristeza.
—Sí. Son cosas de magia.
Pero, sabéis lo más chuli. Que entonces, mi alma se irá a casa de Juana y desde
allí os verá. ¡’Y con los pasteles tan buenos que hace! ¿Y el chocolate?—
—Y la sopa con carne y
patatas y las pelotas pequeñas—dijo Toño
—Garbanzos, cariño, se
llaman garbanzos—le aclaró Juana.
—Estoy pensando Juana, ¿por
qué no llevas a los chicos a ver si comen esas delicias que tú haces?
—¿Y tú que harás tiíto?
¿Magia?—preguntó Luisito
—Sí, yo voy a hacer magia.
Venga, dadme un besito cada uno y os vais con Juana a comer rico—Los niños
besaron al tío.
Sonreí. Aquellos besos eran
más grandes que mi miedo a la muerte. Ahora ya estaba preparado para partir. I
Comentarios
Publicar un comentario