NO
HAY VACIO, SI NO HAY AUSENCIA (Marta Caparrós T)
Después de tantos años,
¿ahora se acuerda de que existo? Realmente, no es que esté enfadado, siempre me
ha sido bastante indiferente, pero ahora, realmente no sé qué hace este señor
mendigándome alojamiento. Es algo incomprensible para mí. Mejor será que le
lleve el bocadillo de atún, porque tiene pinta de tener hambre.
—Ten, el bocadillo. Cuando
acabes, si te apetece darte una ducha…
—Es que no tengo ropa
limpia,— me contestó, bajando la cabeza.
—Te dejaré un pijama mío,
mientras tanto podré meter esa ropa en la lavadora. Mañana la tendrás limpia y
seca.
—Hijo, muchas
gracias…—empezó a lloriquear el anciano—Siempre supe que tú serías una buena
persona. Tu madre…
—¡Para ahí! No me vengas con
llantos ni creas que soy tan buena persona. Si en algún momento me hiciste falta,
no lo recuerdo. Te he recogido por la simple razón de que te han dejado tirado
como a un pellejo, pero no esperes, ni por un momento, que me vaya a echar
llorando en tus brazos murmurando: «papá, papá, por fin regresaste». No es
odio, ni revanchismo. Simplemente no hay espacio para ti en mi vida.
»Esta
noche duermes en esa habitación del fondo, mañana tendrás toda tu ropa limpia.
Ya te he conseguido un empleo, como el señor de limpieza de una compañía de
impresión de un amigo. En cuanto tengas tu sueldo, alquílate una casa o una
habitación. De verdad, no hay sitio para ti ni en mi casa ni en mi vida.»
Comentarios
Publicar un comentario