DETECTORA DE OVNIS


 Del por qué quise ser investigadora de avistamientos del fenómeno OVNI, y del por qué quise abandonarlo frenéticamente.

Tuve que dejar mi trabajo. Mi salud mental peligraba seriamente. En cuanto a mi salud física…Algunos huesos rotos, desgarros musculares, nada que no hubiera podido salvarse con un poco, bueno, un mucho, de cirugía. Y algunos hematomas en el rostro. Pero, al menos, seguía viva.
Recuerdo que acepté el trabajo porque pensé que me iba a reír de lo lindo y me iban a pagar por ello, y además, muy bien. Desde que me había licenciado en Biología, mi máster consistía en aburrirme soberanamente en el Departamento de Genética del Hospital del SantEspetec realizando 8 horas al día sólo pruebas de PCR1 como becaria y a la que le pagaban un sueldo simbólico. Que sí, suena muy bien el rollito de departamento de genética de tal o cual hospital, pruebas de PCR, pero hecha una, hechas todas. Y cuando llevas más de un año, y ves que aquello se enquista… Vamos que cuando leí el anuncio en el periódico, pensé que aquello no podía ser más que una broma, pero estando a las puertas del verano, el día de los Santos Inocentes quedaba un tanto lejano en el calendario. Así que contesté a la oferta.Como mucho, lo único que podía perder era algo de tiempo, que ya tenía la sensación de estar perdiendo, pero la tentación si conseguía ese trabajo, de explicarlo luego a los amigos y echarnos unas risas era demasiado grande para evitarla: Investigadora de avistamientos del fenómeno OVNI. Dicho así, quedaba rimbombante, importante. Le daba empaque al trabajo. Pero no era más que meterte en un edificio con un pedazo de telescopio, para ver OVNIS, documentar absolutamente todo sobre su avistamiento (día, hora, longitud, latitud, descripción del platillo volante, si había habido interacción con los humanos, y entrevistar y tener bien localizados a los chifl… Esteee, a los humanos que habían interaccionado con los alienígenas o sus platillos).
Toda esta información la tenía que entrar en una base de datos integrada en una base de datos mayor que intercambiaba información con otros grupúsculos internacionales igual de chalados, que luego se reunían en distintos países para hacer su brainstorming y acabar, como en la peli Poltergeist: ¡ya están aquíii!. Una auténtica logia, no masónica, si no de locos recubiertos en papel de aluminio compitiendo por ver cuál estaba más chiflado que quién. Pero con pasta. Ideal. Porque yo iba a todos los viajes. Lo grababa todo en mi cabeza, y luego tenía información para, al menos, dos fines de semana de birras y carcajadas con mis amigos.
Una noche, calurosísima del mes de Junio, aburrida, estaba viendoLa invasión de los cuerpos, por estar a tono con mi trabajo, dentro de la bonita choza donde disponía de mi buen telescopio, ordenata para introducir la información, que muchas veces me inventaba por tener algo que hacer, aire acondicionado,cuando me dio por mirar por el telescopio. Y realmente, vi algo. Inmediatamente me conecté a los foros de los conspiranoicos a ver qué contaban. Había un movimiento incesante en las redes sociales y los foros «Allien´sfriends» y «WelcomeUfos», de un avistamiento de «algo no identificado Latitud: 37.2789083⁰N ; Longitud: -7.1903932⁰O». Total, ante tanto movimiento entre los piradillos, miro las coordenadas, y ¿qué aparece? ¡LEPE, en Huelva!¡Esta peña era un crack! Porque no podía ser coincidencia. Seguro que los leperos habían hecho alguna de las suyas. Sin saber el qué, yo ya me estaba riendo.
En ese momento, empezaron a llamar a la puerta de mi laboratorio con fuerza. Cuando abrí la puerta, no sabía qué hacer, lo prometo. Si hubiera sido católica lo hubiera jurado sobre la Biblia, pero al ser atea practicante, sólo podía prometer que no sabía qué hacer, si reírme hasta morir, o carcajearme hasta el deceso. Toda una caterva de personas disfrazadas, unos con antenas en la cabeza, otras con muelles rematados con bolas como aquéllos ochenteros que los papás compraban a los hijos (que muchos de mis amigos aún recuerdan con vergüenza, no es mi caso, gracias a quién sea), o con cablecitos brillantes rodeándoles la cabeza, los brazos, el cuello… Vamos, ni la persona más templada, ni, como dijo el gran Don Quijote, la persona más «Ducha en tales menesteres», hubiera podido permanecer impertérrita ante tal séquito de pseudo-alienígena adoradores de aerolitos (vamos, lo que viene siendo los excrementos o caquitas de los pasajeros de los aviones, congelados, debido a la distancia del avión con respecto del suelo).
Aquello parecía más un capítulo de The walking dead, que una reata humana de chiflados con antenas.
Cuando les dije que ya estaba bien, que se largaran o llamaba al manicomio más cercano, volvieron todos sus cabezas, y prometo que vi en todos ellos los ojos más raros que había visto en mi vida. No había esclerótica (el blanco de los ojos, vamos), eran todos de un tono azul oscuro y verde. Se habían vuelto de forma almendrada y muy grandes. Les ocupaba prácticamente la mitad de aquella cara blanquecina, totalmente arrugada. Y luego mi cuerpo comenzó a temblar de forma incontrolable.
Con la mirada, aquella maraña de yo-no-se-qué, levantaba mi cuerpo y lo tiraba contra las paredes, el techo, el suelo. Yo podía notar cómo se rompían mis huesos, notaba el dolor de mis músculos al desgarrarse, hasta que afortunadamente, perdí la conciencia.
Cuando me desperté, estaba en el hospital, maltrecha. Me contaron que había estado en coma durante dos meses Cuando me preguntaron si recordaba algo de lo que había pasado, les conté lo que recordaba.Un pesado silencio se apoderó de los médicos. Me dijeron que no era eso lo que había pasado. Un delincuente reincidente se había hecho fuerte en el laboratorio, me había agredido sexualmente y me había propinado una paliza que me había dejado al borde de la muerte. Me estaba recuperando bien.
Estaba allí, también mi jefe, que me prometía que mi trabajo no estaba en riesgo. Y que él creía mi versión. No sabía cómo el laboratorio había quedado intacto después de la agresión, pero el poder alienígena era todavía desconocido. Sólo me faltó oír eso. Muerta de miedo, le grité que se fuera de allí, y que ya sabía lo que podía hacer con su trabajo:Poner un anuncio.

Comentarios

Entradas populares de este blog