KAMIKAZE                                                                        MARTA CAPARRÓS

 

«Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». Sinceramente tuyo. Joan Manuel Serrat

 

Pues ya he llegado a Madrid y llevo un buen rato esperando a que mi papá venga a recogerme al aeropuerto. La verdad no es algo que me pille de nuevas, cada vez que vengo a verlo siempre es el mismo rollo. Las azafatas que me acompañan en los vuelos acaban llamándole al móvil un montón de veces.

A mi mamá ya ni le digo nada. Ellos no están juntos desde que yo era muy pequeña, y no se llevan nada bien. Siempre se gritan por teléfono. Y una vez que se lo conté, se lio una bien gorda. Mi mamá lo llamó a gritos, que se iba a enterar, que lo iba a denunciar, por algo así como abandono de algo, hmmm, no me acuerdo bien, a ver… Sí, abandono de menor, por no pasar la manutención cuando debía. Y vaya que lo denunció o lo demandó o algo así, porque un juez lo castigó mucho tiempo sin verme. Pero yo estaba más preocupada por mi mamá. Se puso mal, tuvo que tomar pastillas y todo. Y lloraba.

A mí ya me estaba bien no ver a mi papá. Estar con él era un rollo macabeo. Pero ahora ya me toca estar otra vez con él. Y mi mamá ya vuelve a estar nerviosa.

Así que ya vuelvo a estar en el aeropuerto, y a esperar. Menos mal que mi mami me ha dado dinero para que me compre comida buena, porque con él siempre toca pizza, comida china o el yakishoba. Nunca tiene leche ni cereales y me toca ir a desayunar al bar de enfrente.

Bueno, ¡menos mal! Por ahí llega. Anda, viene con una novia nueva. ¡Bah! Viene con una novia nueva, como siempre. Como dice mi mamá, cuando cree que no la oigo, «cada vez con una puta distinta. Así le va. Luego no tiene para la pensión de su hija. Y si no fuera porque le doy dinero a la nena, ni de comer le daría, el muy hijo de su madre, que en gloria esté». Se ve que mi abuelita se murió hace ya mucho tiempo. Por eso es lo de la gloria.

―¡Ay, mi nena preciosa! Qué ya ha llegado―. Qué morro tiene. Si he llegado hace trescientas horas y lo han llamado por el móvil cuatrocientas―. Mira te presento a Linda, una amiga muy especial.

«Claro, la nueva puta que te tiras», es lo que dice mamá a mi abuelita. La que está viva.

―Vamos rápido, hija, que tengo que llegar al estudio. Hoy comienzo la grabación de una nueva película, lo tengo preparado, y ahora se ha retrasado todo un poco.

―Pero papá―, empiezo a lloriquear―. Tengo hambre y sueño.

―Venga, princesa, no llores. Ya te prepararé algo o pedimos una pizza, o pollo frito con patatas fritas. Pero tengo que empezar a grabar.

«Joder, ya». ¡Uy, perdón!, se me ha escapado la palabrota. Yo no las digo. Sin embargo, como sólo la he pensado y no la he dicho, no es pecado ¿verdad? O no es tanto pecado, creo yo.

Hale, ya se ha ido al lavabo del aeropuerto, como siempre.

―Papá, tienes la nariz blanca.

Y se la limpia rápido y mira para todos lados. No entiendo nada. Y esta Linda se parte de risa. ¡Menuda idiota! ¡Hale! Otra palabrota.

Al coche todos y conduce como uno de esos que tienen un nombre japonés kam… kam… pues no me sale el nombre. ¡Porras! ¡Jolín! La de castigos que me pondrá Sor Lucía en el cole cuando se entere de que he dicho tantos tacos.

¡Vaya con las peliculitas! Si las hace con personas desnudas y las pasa por internet. El set como él dice, donde graba las películas, está debajo de su apartamento.

― A ver, hija, ya he llamado a la pizza, que tengo mucha prisa. Si te ocurre algo, sólo tienes que llamarme por el teléfono interior―. Otra vez ha ido al lavabo y otra vez con la nariz blanca. Se parece a mi naricita cuando hago un pastel con mamá ―. Ya sabes que yo estaré en el piso de abajo. Pero tú no has de bajar. Yo subiré. Además, Linda se queda para cuidarte.

«¿Quién? ¿La puta? ¡Y una mierda!».

Paso de volver a ver a mi papá nunca más.

¡Ah! Ya sé la palabra japonesa. Kamikaze.

 

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