A LA MIERDA EL CUERVO

Marta Caparrós 

Hacía ya unos días que ese cuervo, raro por estos parajes del pueblo de Cadaqués, dónde vivía y vivo, estaba molestando tanto a payeses, como a pescadores como a todos en general, pues no es q resulten bichos de buen agüero, precisamente. Más bien parece que llevan la Guadaña impresa en alguna parte aún cuando pueda parecer inverosímil. Cada vez que el ave se marcaba un solo en picado de punta a punta del pueblo, hale, "campanades a mort". Pero, ¿es qué no se podía largar este bicho a dar por saco a otro lado? O mejor caerse en unos de estos angostos caminos con grandes espinos, que no pudiera servir ni pa colador?

Pues a mí me tenía harta, nos estaba dejando sin viejecitos en el pueblo. La sabiduría andante de los pueblos, la más pura, y sí, parcial inteligencia de los pueblos. Pero nuestros y vuestros mayores narran los hechos. Luego los interpretan según los creen o los viven.

Tal y como se presentaban los días y las semanad, me tocaba ir de caza, sí o sí, con mi tirachinas de cuando, alguna vez, fui una intrépida niña, y con pulso de francotiradora. Las próximas campanadas a muerto serían por gripe, pero no por aquel garrapato que le había dado por fastidiarnos a todos. Fui a mi habitación y de entre mis reliquias, dispuestas dentro de un baúl, di con el aparato letal si se encontraba entre mis manos. Claro que era una niña cuando lo usaba, pero aún así, me lo podía cargar.Esto sí que era justicia social. Y a parir panteras con el puto cuervo, joder! Que el último viejo al que enterramos ayer fue a Faustí. Compañero de Residencia, y a una habitación de la mía. Ja, a la mierda el cuervo!

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