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 A LA MIERDA EL CUERVO Marta Caparrós  Hacía ya unos días que ese cuervo, raro por estos parajes del pueblo de Cadaqués, dónde vivía y vivo, estaba molestando tanto a payeses, como a pescadores como a todos en general, pues no es q resulten bichos de buen agüero, precisamente. Más bien parece que llevan la Guadaña impresa en alguna parte aún cuando pueda parecer inverosímil. Cada vez que el ave se marcaba un solo en picado de punta a punta del pueblo, hale, "campanades a mort". Pero, ¿es qué no se podía largar este bicho a dar por saco a otro lado? O mejor caerse en unos de estos angostos caminos con grandes espinos, que no pudiera servir ni pa colador? Pues a mí me tenía harta, nos estaba dejando sin viejecitos en el pueblo. La sabiduría andante de los pueblos, la más pura, y sí, parcial inteligencia de los pueblos. Pero nuestros y vuestros mayores narran los hechos. Luego los interpretan según los creen o los viven. Tal y como se presentaban los días y las semanad, me toca
  ODA? ODA? PUES ODA Oh Dioses? Por qué teneros en cuenta si conmigo siempre habéis estado de vacaciones? Oh Sibilas! Más tontas que pichote. A morir vírgenes, mientras vuestros Dioses se montaban unas orgías de escándalo? Porque no había prensa rosa, que si no, tienen diez años sólo para hablar de Zeus y Hera. Oh Penélope! Más tonta que comer flores disecadas con parafina, la hostia!. Ulises, de aquí a allá. Pasando por la isla de las sirenas, donde mandó, por orden de Circe , otra hechicerita, que sus marineros se taparan las orejas con tapones de cera, pero Ulises no. El, amarradito al mástil del barco, pero sin tapones! Menudo golfo! Y tú, bordando de día, y deshaciendo de noche, esperando al golferas. No, si lo que yo te diga. Ésta cuando nació se le escapó de las manos a la partera y se dio un golpe en la cabeza contra el suelo. Pérdida de masa en encefálica, sospecho. Sí llego a ser yo, le bordo lo siguiente, dos puntos: Me he largado con un hombretón espectacular que me preten
 LA MUJER BAJO LA LLUVIA   Marta Caparrós. Junio 2020 Esa mañana el cielo había amanecido cárdeno, dejando caer una lluvia que se licuaba aún más con mis lágrimas, cristales que se clavaban en mi alma y en mi corazón. Pero éste no se desangraba, quizá porque ya había llorado tanta sangre… Las percusiones continuas de su bombear me aturdían los oídos, las sienes y agitaban mi respiración. La ropa pegada a mi cuerpo,, ya no me pesaba; mi cara, escupiendo agua y lágrimas, no era una molestia. Algún rizo de mi cabello, antipático al agua, se había levantado, haciéndome parecer a Medusa. El dolor tan grande, la congoja, el desconsuelo, incluso la ira, sí ,la ira, llevaban mis pies hacia casa, desde la salida de aquel edificio. Parecía que el hormigón del que estaba construido, se unía aquella mañana al color grisáceo del cielo, llorando quedamente, por todo lo que acontecía en su interior.. Ahora me tocaba lidiar con aquella situación de soledad, que se agigantaba hasta convertirse en una r
  KAMIKAZE                                                                         MARTA CAPARRÓS   «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». Sinceramente tuyo . Joan Manuel Serrat   Pues ya he llegado a Madrid y llevo un buen rato esperando a que mi papá venga a recogerme al aeropuerto. La verdad no es algo que me pille de nuevas, cada vez que vengo a verlo siempre es el mismo rollo. Las azafatas que me acompañan en los vuelos acaban llamándole al móvil un montón de veces. A mi mamá ya ni le digo nada. Ellos no están juntos desde que yo era muy pequeña, y no se llevan nada bien. Siempre se gritan por teléfono. Y una vez que se lo conté, se lio una bien gorda. Mi mamá lo llamó a gritos, que se iba a enterar, que lo iba a denunciar, por algo así como abandono de algo, hmmm, no me acuerdo bien, a ver… Sí, abandono de menor, por no pasar la manutención cuando debía. Y vaya que lo denunció o lo demandó o algo así, porque un juez lo castigó mucho tiempo sin verme. P
  DE LOS PIMIENTOS A INTERNET                                               MARTA CAPARRÓS «La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer » .  Bertol Brecht Me apetecía con locura una cervecita aquel día de verano; el sol se había vuelto loco, es más, loquísimo, como aquel verano de 2018, que, según todos los meteorólogos de este sacro-santo país, había sido el más caluroso de los últimos cincuenta años. Y lo iba a ser sin parangón. ¡Ja! Si es que no se puede abrir nunca la boca para hacer semejante aseveración. Bien sabía yo que la cerveza me iba a hacer sudar más, pero, aprovecharía para echar la primitiva y comprar también un décimo de lotería, me hacía rica, como todas las semanas. Y con esta alegría semanal, el aire acondicionado del café-bar y una pequeña charla de todo y nada con la dueña se me iría calmando aquel calor impenitente que se entremezclaba con los sofocos menopáusicos que me ahogaban, hasta el punto de, prácticamente, im
  LA QUEMA DE LOS FANTOCHES                                                                           MARTA CAPARRÓS   Aquello debía terminar, y ya. No podían continuar su ser y estar a modo de esclavitud. Y, ante todo, querían existir. Ser respetados como el bien más preciado de cada cosa o de cada ser vivo: su propia esencia. Si había que amotinarse, lo harían. Así fuera a piedras y palos. Así fuera lejos del ejercicio de toda razón, de toda lógica. Así fuera al utilizar los medios para llegar al fin, muy maquiavélico, sí, pero no por ello menos idóneos y sensatos en la batalla de la igualdad. Y qué más da a lo que suene en oídos huecos. ¿Fascista? Ellos sabían que no. Ellos sabían quién era el tirano. Él y sólo él. El maldito escritor.  Por fin, unos habíamos bebido del valor de los otros y así habíamos caído en la revolución comunista que nuestra esencia de cosas nos concedía. Bolígrafos de distintos colores, rotuladores fosforescentes de distintos tonos, lápices, gomas de bo
  SIN SOLUCIÓN DE CONTINUIDAD                                                           MARTA CAPARRÓS   PARA LA SUEGRA GALLINA CLUECA   Y así era como se encontraba Anna, sola y enfadada. Muy enfada, para enfatizar. Había dejado su Catalunya natal, para ir a vivir con su marido, hacía tan sólo unos meses, a aquel bello paraje asturiano. Un valle, todo verde, donde las vacas y sus terneros, podían pacer tranquilamente, al refugio de coches, ruidos, protegidos por montañas de árboles de coníferas y de manera predominante, castaños. La vegetación húmeda del lugar liberaba un aroma en el valle más agradable y placentero que el olor de cualquier perfume con fragancia de lavanda, madreselva o espliego. Pero ese lugar no era un pueblo, era una aldea con las casas repartidas a lo largo y ancho del valle que quedaba dividido por un río, que, durante la primavera, eran muchas las oraciones y corazones encogidos, que llevaba en sus aguas, para que no se desbordara durante el deshielo y l