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Mostrando entradas de marzo, 2018
EL TORTURADOR (Marta Caparrós Torner) Barcelona 1973 El ambiente de represión en los años finales del franquismo fue de contínuo hostigamiento a los universitarios que expresaban manifiestamente el rechazo social de la dictadura. Este rechazo fue contestado con mano dura por parte de la Policía Armada, que no perdió la ocasión de cargar contra ellos y hacer presos a todos aquéllos a los que pudieron detener, siendo su destino el terrible calabozo de Vía Layetana, conocido por cualquier barcelonés, catalán o español como uno de los más viles, donde se aplicaba la tortura de la forma más torticera e impune imaginable, y donde más de una vez algún preso «se había caído» por los ventanales de las oficinas de la prisión. Tomás Sánchez, miembro numerario de la Policía Armada, prestaba «sus servicios» en esos temibles calabozos. Más sádico que sus propios superiores, odiaba todo y a todos los susceptibles de oler a comunismo, Carrillo o La Pasionaria. Este torturador sádico, volví
HOLA, ME LLAMO SILVIA (Marta Caparrós T) Hola me llamo Silvia y tengo diez años, ya soy grande. Sí ya sé que a algunos de vosotros os asustaré, pero no me tengáis miedo, noooo… Si yo soy muy mansa, ja,ja, ja. Aunque me veáis estos colmillos feos, y esta nariz redonda y gorda. Luis Eduardo siempre me dice que soy una niña muy bonita y muy buena. Pero lo de bonita me lo dice porque me quiere como si fuera su hijita, sí. Ya sé que me afean, pero me gusta mucho tener amigos. ¿Queréis ser amigos míos? Aquí en el bosque yo no tengo muchos amigos. Sólo los seres de la noche. Pero todos son raros, así como yo. ¡Ay!, si no os he dicho quién es Luis Eduardo, ¡qué tontita, que soy!, es que al veros me he alegrado mucho, y cuando he visto que os quedábais, aún me he alegrado más. Luis Eduardo, es mi ángel de la guarda. Bueno, mejor dicho, arcángel. Me ha dicho que es un albañil, pero tiene alas de arcángel. Ahora ha dejado la albañire…, a veces me cuestan las palabras difíciles, pero si t
LA PARCA (Marta Caparrós T) «Ahí vienen mis pequeñajos. Y ya no me queda tiempo». —Juana, dime, prométeme que te harás cargo de ellos. Que no dejarás que nadie les haga daño. Que los verás crecer. Ya han sufrido bastante en sus cortas vidas. —¿Cuántas veces te lo he prometido ya, Paco? ¿Cuántas veces te he dado mi palabra? Sabes que yo quiero a esos niños como si fueran míos también. Pero ahora hay que decirles lo que hay que decirles y yo no puedo Paco, de verdad que no puedo. Pensar que no voy a volver a verte más… —Anda mujer, vete para tu casa. No quiero que los chiquillos te vean así. Eso sí, ven en cuanto puedas, porque no me queda mucho ya. Me faltan fuerzas. —Hola tío —Hola tío, ¿cómo estás hoy? Tengo hambre —Pues en la cocina Juana os ha dejado la merienda preparada. Luego ¿querréis que hagamos un juego de magia? —¡Síiiii!— gritaron los niños al unísono. —Pues venga. Primero a merendar—Contestó el tío, intentando disimular una mueca de dolor. —Hola mi
EL DOLOR DE UNA MADRE. (Va más allá de cualquier cosa visible e invisible) (Marta Caparrós T) La casona de su madre iba apareciendo ante sus ojos. No estaba más maltratada por los años de lo poco que él recordaba. Cuando hacía dos días que le habían contactado para notificarle la muerte de su madre y que tenía que trasladarse al pueblo porque había un testamento y una carta lacrada de puño y letra de su madre para entregársela a él en mano, se lo pensó. Mucho. Su madre le había abandonado cuando era niño. Se lo había entregado a otra familia, así de sencillo. Y allí, en el terreno que rodeaba la casona, la habían visto hollar la tierra. Muchos creían que guardaba un tesoro, pues no dejaba entrar a nadie en su casa. Con las llaves en la mano, que le había dado el notario, dudó un momento antes de abrir la puerta. Cuando la abrió, estaba a oscuras. Su esposa fue descorriendo cortinas, abriendo puertas y ventanas, sacando sábanas de encimas de sillones y muebles. Ahí estaba la
DE LA COBARDIA Y LA MALDAD (Marta Caparrós T) ¿Cómo le podía haber pasado eso a ella? Jamás había llegado tarde, ni un solo día. Siempre tenía todo preparado cuando había reuniones, y si le pedían cualquier cosa, ella corría presta a por lo que fuera que le hubieran pedido. Llevaba un año y medio trabajando allí, y los altos cargos de la empresa no habían encontrado la manera de despedirla. Se distraía con facilidad, entregaba informes erróneos. Habían llegado al punto de dárselos por escrito, y aun así los presentaba mal tecleados. Mezclaba las fotocopias. ¡Era un auténtico desastre! Pero era una chica dulce, un poco timorata. Eso era lo que los había retenido. Aun así ya no podían mantenerla en su puesto ni en ningún otro. Aquello era una empresa, no una ONG. Exactamente lo mismo había pasado con Antonio Cordón. Podían cogerse de la mano y en un día echar a perder la empresa. —Hola Ada—le dijo Antonio, con cara de circunstancias, al encontrarse en la calle. —Hola Anto
NO HAY VACIO, SI NO HAY AUSENCIA (Marta Caparrós T) Después de tantos años, ¿ahora se acuerda de que existo? Realmente, no es que esté enfadado, siempre me ha sido bastante indiferente, pero ahora, realmente no sé qué hace este señor mendigándome alojamiento. Es algo incomprensible para mí. Mejor será que le lleve el bocadillo de atún, porque tiene pinta de tener hambre. —Ten, el bocadillo. Cuando acabes, si te apetece darte una ducha… —Es que no tengo ropa limpia,— me contestó, bajando la cabeza. —Te dejaré un pijama mío, mientras tanto podré meter esa ropa en la lavadora. Mañana la tendrás limpia y seca. —Hijo, muchas gracias…—empezó a lloriquear el anciano—Siempre supe que tú serías una buena persona. Tu madre… —¡Para ahí! No me vengas con llantos ni creas que soy tan buena persona. Si en algún momento me hiciste falta, no lo recuerdo. Te he recogido por la simple razón de que te han dejado tirado como a un pellejo, pero no esperes, ni por un momento, que me vaya a
A QUIEN DIOS SE LA DE… (Marta Caparrós T) Estábamos en la taberna irlandesa a la que solíamos ir siempre: la parte del fondo más oscura y llena de banderines irlandeses era para los parroquianos patrios. Las mesas situadas más tocantes a la puerta eran donde nos sentábamos los no irlandeses, a los que nos importaba bien poco el torneo de soccer de las Six Nations. Eso sí, para ir hasta el lavabo, teníamos que atravesar todo el salón. No obstante, como nosotros acostumbrábamos a ir todos los fines de semana, ya nos habíamos ganado la simpatía de los dueños, y de algunos irlandeses que se tomaban sus jarras de cerveza, una tras otra. Estábamos todo el grupo de amigos allí, en la taberna, cuando Sonia nos comunicó sorpresivamente: —Un momento de silencio chicos: Roberto y yo nos casamos el mes que viene. —¿Cómo? ¿Qué has dicho? —Creo que no oí bien. —Algo de casarse creo. —Pero hoy, ¿no es el día de los santos inocentes, verdad? Todos estábamos con la boca abierta. Armamos
A vista de hormiga (Marta Caparrós T) El gordo éste que cree haber sido ascendido a encargado por méritos propios… Si pudiera gritarle que sólo lo han hecho porque es un gordo asqueroso y la reina no quiere ni pensar en aparearse con él. Pero nada, a callar, como una buena hormiga obrera. Pero es que estoy tan harta de ver cómo nosotras nos matamos a trabajar y él no hace más que limpiarse las antenas y darse brillo a la quitina de su exo-esqueleto, me recuerda a los zánganos de mis primas las abejas, sólo que a éste le tengo un asco…… Estoy decida a explicarle todo a la reina, no vendrá de un gordo con el que se aparee, de todas maneras Su Majestad ha de poner huevos, pues ya está, se aparea con él, y así después del apareamiento, muerto, todos contentos y él más, que hace tiempo ya que le baila el agua a la reina. ¡Uf!, estoy molida, y tengo un picor, espero que esta cosa roja, que llevo encima, y que una compañera me ha dicho que se llama chili, no me caiga por mis ocelo
No hay nada como el invierno (Marta Caparrós T) ¡Jo, qué frío! No me atrevo a salir …. Pero en un arranque de valentía, cierro el grifo, abro la mampara, saco mi brazo, y con mi mano derecha agarro la toalla. Comienzo a secarme con fuerza para activar la circulación de la sangre. Además, con alegría inesperada, recuerdo que hoy voy a estrenar mi jersey. Uno de cisne, negro, por supuesto. Me encanta, le va al invierno como el anillo al dedo. Con rapidez me pongo toda la ropa hasta llegar, por fin, a mi jersey nuevo ¿Pero qué coñ… es esto?   ¡Aarrgggh!   ¡Mi espalda! ¡Tengo que quitarme el jersey ipso facto ! ¡No he arrancado la etiqueta! Rápidamente saco las tijeras del cajón donde las guardo y la corto...¡Uauuu! ¡Esto ya es otra cosa! ¡Ya voy tarde!   Esta mañana voy a llevar a mi hermana al aeropuerto: viaje de trabajo a la delegación madrileña de su empresa. Mi hermana no tiene carné de conducir. Así que tengo que salir volando de casa, dejar a mi hijo pequeño con mi madr
EL PELUCHE (Marta Caparrós T) La mujer rondaba la cincuentena. Vivía en un dúplex con su marido y su hijo. Aquella mañana salió del portal, y le pareció ver la sombra de unas alas que se cernían sobre ella. Las alas de un cuervo. Pero no podía ser. En esa zona no había esa clase de aves. Y de haberlas, ella no creía que las hubiera en julio, a las tres de la tarde. No obstante, aquella imagen la hizo retrotraerse durante unos minutos a su infancia, cuando, sentada en el sofá, en casa de sus abuelos, veía los dibujos de las urracas parlanchinas. Se reía. Era feliz. Era una niña. Había decidido cortarse el pelo, no demasiado, y teñírselo de un tono blanco perla. Antes de salir había tenido mucho cuidado al pintarse. Un maquillaje muy suave. Si nunca antes le había dedicado tiempo, no lo iba a hacer ahora. Cuando regresó de la peluquería, se quedó detenida en mitad del salón. Con paso lento, se dirigió al sofá y agarró el peluche que habían dejado allí. Lo olió. Conservaba una m
ESTOMAGOS INSATISFECHOS(Marta CaparrósT) La familia López, compuesta por el matrimonio y dos hijas, entra en el Restaurante de Acompañamientos Isidora . Acaban de salir de una hamburguesería, pero los cuatro notan aún un rinconcito sin llenar en sus estómagos. Se deciden a entrar debido al trasiego de gente joven, la mayoría universitarios, pues la Universidad Central se encuentra cerca. Los jóvenes entran y salen sonrientes. Unos discuten sobre Matemáticas, otros sobre Anatomía Patológica. Mientras tanto, sosteniendo sus hamburguesas, que traían de casa, eligen cuidadosamente el acompañamiento dos estudiantes de Humanidades que discuten sobre Schopenhauer. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, toda la juventud y su alegría se ha marchado ya. Así,   la familia López se halla sola, solita, sola, en aquel antro-restaurante de la señora Isidora. Aquel garito pondría nervioso hasta al Lobo Feroz de Caperucita Roja. Mientras los jóvenes anduvieron entrando y saliendo, la luz de